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Aspirar a inspirar antes de expirar

Honestamente llevo sentada en el ordenador desde hace más de cuatro horas, y así he estado toda la semana pensando qué escribir, cómo comenzar y bueno, que esto trata sobre contarles mi testimonio. Pero, ¿qué se dice en un testimonio? ¿Cuentas acaso toda la historia?


Así que después de darle vueltas y poner de fondo una buena playlist en Spotify mientras fluyen estas letras, aquí va, empezaré desde quién soy y qué hago, para después contarles cómo llegué a la plena convicción de que Dios valía toda la vida.


Mi nombre es Angélica María y soy una hija muy amada de Dios. Hace una semana cumplí los 27 años así que ya ando como quien dice en el “tercer escalón”, estudié y me gradué como Licenciada en Gestión y Desarrollo Turístico y actualmente curso un Máster de calidad online; soy la mayor de cuatro hermanos, junto a mi familia formamos un Ministerio de música llamado "Theotokos", me encanta cantar, escribir y mis fines de semana son dedicados a la tradición familiar de maratón de películas y por supuesto, el servicio en la iglesia los domingos.


Mis padres eran muy jóvenes cuando decidieron tenerme, y como buenos padres trabajaron arduamente para mantener a la pequeña familia que habían formado; así que prácticamente fui criada por mis abuelos maternos. Desde niña siempre me llamó la atención ir a la iglesia (aunque me durmiera en toda la misa) y me gustaba ir al catecismo, rezar… aún recuerdo mis oraciones de niña, pidiendo por cada uno de los integrantes de mi familia, mis abuelos, familiares y después de una lista muy extensa, a decir verdad, terminaba diciendo "y por todo el mundo". Cuando tenía la edad de 7 años, falleció mi abuela materna, no entendí mucho en ese entonces sobre lo que significaba haberla perdido; un año después, la noche anterior a mi primera comunión, falleció mi abuelo, y ahora mientras escribo viene a mi mente aquel gran día por la mañana -el día de mi primera comunión-, haber pasado a su casa, entrar a su cuarto, verlo en su cama, parecía que solo dormía, le dije que ofrecía mi primera comunión por él para que descansara en paz y, seguramente me escuchó puesto que dicen que el sentido auditivo es lo último que pierde uno al morir.


Durante mi niñez y adolescencia, mi corazón se sintió siempre cerquita de Dios y mis abuelos; tenía buenas calificaciones en la escuela, y el bullying que no podía faltar por ser tan aplicada. Para no hacer tan extenso esto, quiero llegar al momento en el que me alejé de Dios, y sucedió estando en la preparatoria, no sé exactamente el por qué, o tal vez sí, y se trata de ser sincera, ¿no es así? Para el año final de la secundaria, el bullying era acerca de mi estatura y mi aspecto físico, ya saben, chica morena, bajita, con lentes y brackets; lo crean o no, mi autoestima se vino abajo por las críticas y comentarios de los demás, agréguenle a eso que era bien nerd y nada sociable.


Los años en la preparatoria fueron malos para mí, pero no por las materias cursadas o por las personas que encontré allí y se volvieron buenos amigos, sino porque ya para ese entonces no me sentí valorada, ni amada, me sentía fea, me volví una persona amargada, que se enfadaba por todo, y que encontró refugio en “amigos virtuales”, sí, que para el año 2010 ya estaba en todo su esplendor eso del messenger y quien pasaba más rato “chateando” era bien cool; tuve también mi primer novio, relación que no resultó nada bien, porque al no quererme yo, permití que me usaran. Así que cuando terminé con esa relación, prometí no volverme a enamorar, y así sucedió, tanto que al llegar mi primer año en la universidad, tuve mi segundo novio e hice con él, lo que alguien más había hecho conmigo anteriormente, usarlo.


En todos los años de la universidad, Dios pasó desapercibido en mi vida, quedó en un "segundo plano", no fui católica practicante solo de mero título, llegando a misa los domingos solo por cumplimiento y no por amor. Fui egoísta con Dios, con mi familia, con todas las personas que me rodeaban, reservada, fría y distante, “enfrascada en mi propio mundo”.


Hace cuatros años, cuando se formó el ministerio de música en el que sirvo, me acerqué un poco más a la Iglesia y ahora no solo iba los domingos a Misa sino también los jueves a la Hora Santa; al llegar a la comunidad, me sentí abrumada, frustrada y comencé a cuestionarme sobre mi fe, porque veía la devoción y el amor con el que las personas de allí servían. Y por eso, me decidí a conocer más, más de lo que había aprendido en la catequesis, más de lo que había aprendido de pequeña cuando mi abuelita me enseñó a rezar; me di a la tarea de buscar, de formarme, y comencé desde el ámbito de la música católica, porque supe que quería servir, y quería hacerlo correctamente.


Pero, mientras más aprendía, creció más mi soberbia, comencé a mirar a los demás servidores como ignorantes y ¿qué hacía Angélica cuando veía que algo no se estaba haciendo correctamente? Ella solo hablaba mal de las personas, se burlaba y en lugar de edificar, era piedra de tropiezo. Y así viví, todo ese tiempo después de volver a acercarme a Dios.


A principios del 2019, comencé a ser parte de un proyecto llamado Music Master Membership, pero ¿por qué? No lo sé con seguridad, mi soberbia me dijo que lo hiciera para “saber más” y mi egoísmo claro está, no me dejaría compartirlo… de verdad, no se imaginan, cuando empecé a recibir la formación que este gran hermano y mentor Alonso Barboza impartía, descubrí que como yo vivía no daría frutos, que estaba llamada a dar testimonio de mi fe, que estaba llamada a servir de verdad; me atrevo a decir que él ha sido el instrumento que Dios quiso usar para volver a mi primer amor, para volver a ser esa niña que rezaba cada noche y se preocupaba por los demás.


Y para mi sorpresa, esto no terminaba ahí. Hace unos meses, tres para ser exactos, mis amigos de Cathopic, me hicieron una invitación a ser parte de Mater Coeli (sitio web que te ayuda a prepararte y consagrarte a la Virgen María por medio del Tratado de la verdadera devoción de San Luis Grignion); cuando esto sucedió no pude evitar sentirme tan feliz, ¿qué vieron en mí? -pensé-, claro está que no han sido ellos, fue María, vino en mi ayuda, y ¿quién mejor que Ella para ser mi modelo de servicio? Aquella mujer que se donó y dijo sí, fiel del pesebre a la cruz.


El día 15 de agosto de 2019 es la fecha de un antes de Cristo como centro de mi vida y un después y para siempre (pido así sea) ser testigo apasionado de su amor, me consagré a la Madre del cielo para estar más cerca de su Hijo Jesús.


Y aquí estoy ahora, abriendo mi corazón a ustedes. Sin afán de imponer mi fe católica, solo quiero que sepas que cuando te decidas a seguirlo, cuando quieras servirle en espíritu y verdad, puedes contar conmigo; tal vez tu situación no es igual que la mía y esta historia no es nada del otro mundo, pero en serio, descubrir que Dios siempre estuvo a mi lado, me deja sin palabras. Pasé por mucho sobre todo en mi niñez, también he sufrido con mi familia y he sido esclava de los vicios y el pecado, pero esta fe es la que me ayuda a levantarme si me caigo y me da fuerzas para continuar.


Puedo mirar atrás solo para recordar de dónde me rescataron Papá Dios y Mamá María. Mi vida es tan buena. Estoy muy agradecida por todo. Especialmente en esos momentos que no recibí lo que pedí. Estoy muy contenta de que Dios intervino con mis planes. Estoy tan abrumada por su bondad. Soy feliz porque sé que Él me ama. Nunca pensé que estaría tan satisfecha sacrificando tanto de mí misma. De acuerdo, todavía no soy perfecta en esta área. Pero, quiero decir ¡vamos! Tengo una vida tan maravillosa y todo es gracias a Cristo. Si lo tengo a Él, lo tengo todo.


Por último, quisiera terminar compartiendo mi oración de cada día, contigo: Señor, ayúdame a elegir la alegría desde este momento en adelante. No importa la circunstancia. Cambia mi corazón para que solo sepa de gratitud. Que tu alegría brille dentro de mí. ¡Que toda la gente sepa de tu inmenso amor y misericordia para que todos tengan vida eterna!


«Dios nos hizo para la alegría. Dios es alegría, y la alegría de vivir refleja la alegría original que Dios sintió al crearnos». San Juan Pablo II.

¡Hoy y cada día, todo lo que haga sea para mayor gloria de Dios! Aspiro a inspirar antes de expirar, ¿y tú?


Desde mi corazón al tuyo,

Angie M.

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