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La paz...¿sea contigo?

Justo en la víspera de ingresar a la conmemoración de la Cuaresma de este año 2023, se daban a conocer en los medios dos noticias sumamente contrastantes y contradictorias:


Por un lado, un informe que con el título “Los 15 países más católicos del mundo”, daba cuenta de aquellas naciones en las que, en todo caso, se contaba con mayor porcentaje de personas entre su población que se declaraban bautizadas (agencia Zenit, Los Angeles, 20 febrero del 2023). De ellas, México tomaba la posición número 14, quedando entre la clasificación de esas primeras 15 naciones con mayor porcentaje de católicos.


En contrapartida, varios medios de comunicación daban a conocer en febrero de este mismo año, que de acuerdo a un informe de la ONG Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal AC titulado “Ranking 2022 de las 50 ciudades más violentas del mundo”, México tristemente acaparaba los siguientes récords: 17 de las 50 ciudades más peligrosas del mundo son mexicanas, aún más, entre las primeras 10 de ellas, 9 son poblaciones mexicanas. Y para rematar, México lograba así por sexto año consecutivo figurar en el muy negro registro mundial de tener en su territorio una ciudad considerada como la más peligrosa del mundo. El estudio basaba su clasificación en un indicador muy objetivo: número de homicidios por cada cien mil habitantes.



Así, en dos específicos, pero a la vez irreconciliables estudios, se resumía la triste realidad de la nación mexicana, y que además no dista mucho de lo que se vive en buena parte del continente, tanto en Centroamérica como en Suramérica. ¿Cómo es posible que un país con tan alto porcentaje de católicos pueda a la vez ser tan permisivo a la violencia? Y conste que de ninguna manera se pretende establecer relación alguna entre un indicador y otro, sino más bien remarcar la extrañeza de que ambas realidades convivan.


Reflexionemos


El respeto a la vida, a la propiedad privada, a la dignidad de la persona. Todos ellos son valores sello de la tradición cristiana y de la DSI (Doctrina Social de la Iglesia). El Evangelio es bastante alusivo al valor de la vida humana, la cual solamente Dios la da y Dios decide cuándo la culmina. La mayor traición cometida precisamente en la historia de la humanidad (y que recordamos en esta Cuaresma), consistió en la injusta y cruenta cobardía de arrebatar la vida a Dios hecho hombre. Y con ello, Cristo quiso hacerse -sin ni un solo gramo de culpa– tan sufriente como cualquiera que padece de la violencia o incluso del asesinato. Es en la Cuaresma cuando nosotros los católicos nos abrimos un espacio para, entre otras cosas, reflexionar sobre el profundo sentido de nuestra fe, y las enseñanzas que de ella derivan.

Por ello quiero invitarte a una reflexión en esta temporda cuaresmal: ¿cuál es el valor que le das a la vida? Estoy seguro de que ninguno de quienes nos leen son actores activos de situaciones de esa violencia lacerante que hiere a nuestras naciones (en general me refiero a Latinoamérica). En cambio, muy probablemente, sí habrá entre quienes nos leen, aquellos que puedan ser víctimas de dicha violencia. En sus familias, en sus barrios, en sus ciudades. A diario llegan noticias de terribles asesinatos, privaciones de la libertad, extorsiones, impunidad. Y muchos se preguntan: ¿dónde están las autoridades? El día de hoy, amigo lector, te invito a cambiar la pregunta por: ¿y dónde estamos los católicos? ¿Dónde están esas poblaciones mayoritariamente cristianas? ¿Dónde y en qué hemos fallado?



Y en la práctica, ¿qué hacer?


No pretendemos sugerir un cierto grado de culpabilidad en este artículo a nadie que no le corresponda. La violencia, y la inseguridad en todas sus expresiones, tienen nombres y apellidos, y como decimos, no vamos a tomarnos culpas que no nos corresponden. Sin embargo, como reza aquella máxima: “el mal es lo que es, más por la falta de acción de los buenos que por las maldades de los malos..."


Hagamos un repaso práctico de sugerencias de cosas por hacer y actitudes que bien caben en el ámbito de acción de un buen católico:


  • No normalizar la violencia. Es muy común que se compartan mensajes, videos, fotos de hechos violentos, con más morbo que responsabilidad. En ocasiones, acaba siendo una forma de normalizar el crimen. Debemos evitar este tipo de prácticas, sobre todo si su objetivo es hacer bromas, fomentar el morbo o trivializar los hechos violentos.

  • Decir no a la cultura de la violencia. Hay toda una industria alrededor de esto: películas, series, programas, música, vestimenta, modas, entre otras. No seas parte de la divulgación de la cultura (o mejor dicho anticultura) de la violencia. Elige mejor elementos culturales que estén alineados al bien y no al mal. No convirtamos en héroes a quienes distan de ser modelos a seguir. El hacer apología del mal, es una forma de propagarlo, sea de forma consciente o inconsciente.

  • "Adopta" un criminal. ¿Alguna vez has rezado, u ofrecido algún sacrificio por alguien víctima de un crimen? Es muy buena idea. Pero ¿lo has hecho por sus victimarios? Creo que, aunque suene escandalizante, puede ser incluso una mucho mejor idea. Te recomiendo que en tus oraciones, o en tus mortificaciones, comiences a incluir a aquel delincuente, conocido o desconocido, para que se convierta y desista de sus acciones. No estamos diciendo pedir para que actúen mal y Dios les proteja para que salgan bien librados, al contrario, pedir por que Dios cambie sus corazones.

  • Comienza por casa. Tu ejemplo ante los tuyos es sumamente valioso. En la calle al conducir, hazlo con cordialidad. En la casa, sé servicial. En tu trabajo sé honesto. Este es el ejemplo que los tuyos (hijos, hermanos, compañeros e incluso tus críticos) van a tener como la mejor escuela para hacer que el bien brille por encima del mal.


Paz y bien


Los hermanos franciscanos tienen por saludo esta linda frase que encierra el ideal que toda sociedad, y en su conjunto cualquier país, debería anhelar: "paz y bien".


¿Deseas la paz? Haz el bien. ¿Eres persona de bien? Serás mensajero de paz. Por algo estos sencillos pero sabios frailes tienen en dos palabras la clave para cambiar nuestra sociedad. Por ello concluimos proponiendo aquella conocida fórmula, que por antigua no deja de ser sumamente vigente: ¡ahoga el mal, en abundancia de bien!

Que Dios te permita una bendecida Cuaresma, y la Virgen te acompañe en este camino de paz.

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