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Cristo Rey del Universo, realidad siempre actual

  • Foto del escritor: Oscar
    Oscar
  • 11 nov
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 12 nov

Entonces Pilato volvió a entrar al pretorio, llamó a Jesús y le dijo:

«¿Eres tú el Rey de los judíos?».

Jesús respondió: «¿Dices eso por tu cuenta o porque otros te lo han dicho de mí?».

Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?».

Jesús respondió: «Mi Reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores habrían luchado para que no fuera entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí».

Pilato le dijo: «Entonces, ¿tú eres rey?».

Jesús contestó: «Tú lo dices, soy Rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz».

(Juan 18, 33-37)


Ecce homo, Antonio Ciseri. Óleo sobre lienzo, 1871. Galería de Arte Moderno Palazzo Pitti, Florencia.
Ecce homo, Antonio Ciseri. Óleo sobre lienzo, 1871. Galería de Arte Moderno Palazzo Pitti, Florencia.

Contexto histórico


A comienzos del siglo XX, el mundo vivía una ola de secularización cada vez más intensa, heredada del siglo anterior. En distintos países comenzó a crecer una actitud de desprecio e incluso de agresión hacia la religión, la Iglesia y los cristianos, especialmente hacia los católicos.


Como si se tratara de una ofensiva coordinada, los ataques contra la fe se multiplicaron, alentados por ideologías como el marxismo, el socialismo y el comunismo, junto con la influencia de la masonería, cuyo objetivo —como señalan varios historiadores— fue debilitar o destruir la Iglesia desde sus cimientos.


Domingo sangriento, inicio de la revolución rusa liberal marxista. 1905.
Domingo sangriento, inicio de la revolución rusa liberal marxista. 1905.

En Rusia, la revolución prometió libertad, pero pronto sofocó cualquier expresión religiosa.En España, la Guerra Civil se convirtió en una tragedia nacional que cobró la vida de miles de sacerdotes, religiosos y laicos que murieron perdonando a sus verdugos.


Grupo de milicianos custodia a religiosas adoratrices apresadas previo a su fusilamiento durante Guerra Civil Española, 1936.
Grupo de milicianos custodia a religiosas adoratrices apresadas previo a su fusilamiento durante Guerra Civil Española, 1936.

Y en México, a partir de 1926, el presidente Plutarco Elías Calles desató una persecución abierta contra la Iglesia. Las leyes anticlericales, inspiradas en las antiguas Leyes de Reforma, pasaron de ser hostiles a abiertamente destructoras: templos cerrados, sacerdotes perseguidos, religiosos fusilados, y fieles castigados solo por portar una cruz o rezar en público.


Ejecución de sacerdote por celebrar la Santa Misa en Jalisco, México. 1927.
Ejecución de sacerdote por celebrar la Santa Misa en Jalisco, México. 1927.

Entre las heridas más dolorosas de esa persecución está la Guerra Cristera, cuya historia merecería una enciclopedia entera. Uno de sus episodios más vergonzosos fue la destrucción del primer Monumento a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete, Guanajuato.


Combatientes cristeros durante Guerra de los Cristeros. México, 1929.
Combatientes cristeros durante Guerra de los Cristeros. México, 1929.

A inicios de la década de 1920, los obispos y fieles mexicanos habían decidido levantar ese monumento en el corazón del país, como un acto de amor y fe en medio del ambiente anticlerical. Pero el 30 de enero de 1928, por orden directa de Calles, aviones del ejército bombardearon la imagen de Cristo. El ataque fue más que un acto militar: fue una afrenta al mismo Dios y una herida profunda para el alma católica de México.


 

Colocación de la primera piedra del monumento a Cristo Rey, Cerro del Cubilete. México. 1923.
Colocación de la primera piedra del monumento a Cristo Rey, Cerro del Cubilete. México. 1923.

Escombros del monumento a Cristo Rey, bombardeado en 1928.
Escombros del monumento a Cristo Rey, bombardeado en 1928.

El origen de la festividad de Cristo Rey


Los indignos acontecimientos que narramos arriba no fueron, de ninguna forma, hechos aislados en México ni en ningún otro país que también los vivió, ni tampoco fueron producto del azar. Poco a poco se fue entretejiendo un creciente ambiente de secularización en la sociedad, incubado por el materialismo en sus diversas facetas ideológicas: tanto por el socialismo-comunismo impulsado por las corrientes marxistas, como por el capitalismo a ultranza —sin sentido cristiano o despojado de responsabilidad social— que, en la posrevolución industrial, pretendía privilegiar la producción y las ganancias por encima de las consideraciones humanas e incluso sobrenaturales.


De poco a poco y de mucho a mucho, fue ganando terreno en las sociedades de diversos países el engañoso argumento de que la fe y las creencias, y su expresión pública, debían limitarse —si acaso— a un ámbito meramente personal. La religión comenzó a ser estigmatizada, las prácticas de piedad se fueron acorralando a las iglesias (en el mejor de los casos) y se exigió despojar de toda influencia religiosa a los distintos aspectos que inciden en la vida social. En el fondo, se trataba de expulsar a Dios del mundo.


Así, diversas realidades humanas quedaron marcadas por el laicismo, el secularismo o incluso por un ateísmo práctico. Fue entonces cuando surgió la economía sin justicia social, la ciencia agnóstica e incompatible con la fe, la educación exigiblemente laica, las “libertades” y “derechos” humanos distorsionados; y no digamos las expresiones artísticas, cada vez más radicales, liberales o incluso burlonas hacia la fe en el cine, el teatro y las bellas artes. Y así, una larga lista.


Iconoclasia en una iglesia, Dirck van Delen. 1630. Rijksmuseum, Amsterdam.
Iconoclasia en una iglesia, Dirck van Delen. 1630. Rijksmuseum, Amsterdam.

Fue entonces que, en el año de 1925, el Papa Pío XI dio a conocer su encíclica Quas Primas, y con ella instituyó la Festividad de Cristo Rey (del Universo), buscando poner nuevamente en el centro de los afanes del hombre —y de la sociedad en la que éste se desarrolla— a Aquel que es causa y fin de nuestros anhelos, de nuestros esfuerzos y de nuestras acciones: Cristo mismo.


El Papa quiso destacar su carácter reinante en todos los aspectos de la vida humana: en el ser, en la familia, en el trabajo, en el entorno social, en el sistema de gobierno, en la economía, en la justicia e incluso en las diversiones. Al final, fue un llamado para devolverle a Cristo su lugar en nuestras vidas y en nuestro día a día, en respuesta al entorno agresivamente secularizado que pretendía confinarlo al oscuro rincón de una sacristía.

 

Papa Pío XI, firmando la encíclica. 1925.
Papa Pío XI, firmando la encíclica. 1925.

Cristo Rey en el siglo XXI: por qué y para qué quiere reinar en nosotros


Largo y penoso ha sido el recorrido de la humanidad entera durante el siglo XX, herida profundamente por las dos guerras más horrendas que haya conocido cualquier civilización. Luego, la segunda mitad del siglo trajo una paz relativa, pero grandes porciones de la población mundial continuaron sometidas por regímenes autoritarios y dictatoriales surgidos del sistema político más cruel e inhumano que haya existido: el comunismo, que se extendió por toda Europa del Este —la URSS y su cortina de hierro—, Asia y Centroamérica.


Cristo rodeado de ángeles cantores y músicos, Hans Melming. Óleo en panel, 1480. Museo Real de Bellas Artes de Antwerp, Bélgica.
Cristo rodeado de ángeles cantores y músicos, Hans Melming. Óleo en panel, 1480. Museo Real de Bellas Artes de Antwerp, Bélgica.

En todo este caminar, de pronto nos encontramos en un nuevo siglo y un nuevo milenio. Es Cristo Rey quien, presente y cercano, ha querido acompañarnos como una figura que resume lo mejor que un rey puede representar:


  • Un Rey es la máxima autoridad entre sus súbditos: Cristo se constituye en autoridad, no para someter, sino para servir; no para pisotear, sino para dignificar. Él sufrió por nosotros para comprender nuestra fragilidad y, al reinar, lo hace con una autoridad que nos señala, sin lugar a duda, el camino hacia el Cielo. No nos perdamos en sucedáneos ni en ídolos de barro. No hay, nunca ha habido ni habrá jamás, nada ni nadie por encima de Dios. Seguirlo en las duras y en las maduras, y confiar en su Palabra, es camino seguro e infalible; y, de cierta manera, es contribuir a la instauración de su Reino.

 

  • Como Rey, Cristo no busca el “poder”, sino entregarnos su “ser”. En los ámbitos humanos, la realeza acumula poder y prestigio; pero en su papel de Rey del Universo, Cristo ejerce un poder distinto: un poder que sana nuestras heridas, consuela en la injusticia y nos da fuerza para perdonar cuando humanamente nos parece imposible. Es un poder que se ofrece para transformarnos y asemejarnos a Él. Su trono es la custodia, el tabernáculo, donde habita con su cuerpo, sangre, alma, divinidad y —ahora también podríamos decir— su realeza. Y lo mejor: ese Rey eterno nos recibe en audiencia en cualquier momento, por el tiempo que queramos y sin necesidad de cita previa.


    Cristo Rey (detalle), Giovanni Gasparro. Óleo sobre panel, 2017. Colección privada.
    Cristo Rey (detalle), Giovanni Gasparro. Óleo sobre panel, 2017. Colección privada.
  • Cristo Rey nos da la libertad y nos restaura como hijos de Dios. En la antigüedad, muchos castillos tenían prisiones; pero este Rey, nuestro Rey, no desea tenernos cautivos —a no ser que sea por su amor—. Antes bien, nos quiere libres: libres para amar, para seguirle, para despojarnos de nuestras debilidades humanas y de nuestras pasiones. Libres para guiar a otros hacia Él. Libres para recorrer sus caminos en esta vida y gozar, en plenitud, de la libertad que da ser salvos por toda la eternidad. ¿Acaso existe mayor libertad que esa? Él quiere súbditos por elección, no por obligación, y responde con un reinado como ninguno otro.

 

  • Un Rey que llena todos los aspectos de nuestra vida personal y social. Como autoridad y referente, un rey imprime su sello en todo lo que toca. Así también Cristo quiere hacerse presente —con su misericordia, su caridad y su ley de amor— en cada dimensión de nuestra existencia: en las empresas, los gobiernos, las escuelas, las artes, los medios de comunicación y en la vida cotidiana. Reconocer su lugar en la sociedad es devolverle el trono que hoy pretenden usurpar las ideologías de género, el materialismo, el agnosticismo, el laicismo, el new age y tantas otras plagas de nuestros tiempos.


Consagrada imagen de Jesús Nazareno de Candelaria Cristo Rey, detalle. Parroquia Nuestra Señora de Candelaria, Guatemala. Fotografía: Edgar Quiñónez.
Consagrada imagen de Jesús Nazareno de Candelaria Cristo Rey, detalle. Parroquia Nuestra Señora de Candelaria, Guatemala. Fotografía: Edgar Quiñónez.

Motivos para alegrarnos en la fiesta de Cristo Rey


La festividad de Cristo Rey, celebrada el último domingo del año litúrgico, marca el fin de un ciclo y el inicio de otro. Y sobran los motivos para alegrarnos.


Una pequeña anécdota lo ilustra de forma hermosa: cuando la Virgen de Guadalupe se apareció en el manto de San Juan Diego, quedaron plasmadas las constelaciones que brillaban en el cielo de la Nueva España aquel 12 de diciembre de 1531. Justo en el lugar donde se sitúa su corazón, aparece una estrella llamada Regulus, cuyo significado es “el pequeño rey”. No hace falta adivinar quién es ese pequeño Rey que, días después —el 24 de diciembre— nacería, y que se “alojó” en el corazón de María, su Madre y Madre nuestra.


Es un detalle lleno de ternura y delicadeza que, casi quinientos años después, se convierte en un mensaje para nuestros tiempos: si quieres honrar a Cristo Rey, honra también a su Madre, la Reina.


Por eso, cómo no alegrarnos en esta solemnidad y unirnos a esa bella expresión que resuena en los círculos de adoradores:


“¡Viva Cristo Rey: en mi corazón, en mi casa y en mi patria!”


Cristo Rey, Cerro del Cubilete.
Cristo Rey, Cerro del Cubilete.

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