Si existiera una carrera donde se compite por el ser el mejor evangelizador estoy segura de que me gustaría perder, y apuesto que a ti también. ¿Quieres saber por qué? En el mundo católico (y si quieres el mundo cristiano en general) existen muchas personas que van compartiendo sus experiencias y pensamientos de fe con todo mundo. Algunos desde la humildad, otros desde las ganas de querer ser el centro de atención, eso sí, siguiendo un ideal y misión que es para todo bautizado: compartir la Buena Nueva.
"Nosotros os anunciamos la buena nueva: la promesa hecha a nuestros padres" Hechos 13, 32.
El asunto está en que Dios es un Todo, ¿cómo explicas un Todo? Y para empezar ¿cómo entiendes un Todo? Creo que Dios nos va mostrando la cara de Él que más necesitamos conocer, pues conocerlo todo es imposible. Como se relata en la leyenda de San Agustín y el niño en la playa, este último intentando sacar toda el agua del mar y ponerla en un hoyo, San Agustín le cuestiona su intención y el niño responde (quién es, SPOILER ALERT, un mensajero de Dios): "Más imposible es tratar de hacer lo que tú estás haciendo: Tratar de comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios".
Hay personas que por su experiencia de vida se enfocan de lleno en una virtud o característica de Jesús: la misericordia, el servicio, la castidad. Y es verdad que todas las virtudes tienen que ir de la mano y no podemos prescindir de ninguna, pero también es cierto que, siempre habrá una o unas que más nos hagan eco en el corazón para perfeccionarlas, ¿quiere decir que es la más importante? No, quiere decir que en ellas está nuestro llamado.
Aquí hay tres puntos que podemos tocar:
1) Cuidar lo que compartimos
2) Cuidar lo que consumimos
3) Respetar el proceso de los demás
En el primer punto sucede que podemos compartir el testimonio personal de manera tan pública que todo lo que hagamos sea escudriñado, en caso de tomar decisiones correctas ser reconocido como un santo en vida (lo cuál es bastante peligroso) y en caso de equivocarnos, ser acusados de hipocresía. Es importante recalcar que, a pesar de que hablemos desde nuestra experiencia, no estamos hablando de nosotros, no es “nuestra verdad”. Podemos opinar y expresarnos, pero el verdadero mensaje ya tiene su nombre propio: Jesús. Y hay que serle fiel en todas sus letras.
El segundo punto es lo que consumimos, y puede ser el más peligroso. No me atrevería a cuestionar los motivos de alguien para hablar de Jesús, y aunque sean los más sinceros del mundo, el error humano se puede hacer presente en cualquier momento. Habrá contenido que pretenda diluir el evangelio con el fin de que sea más digerible y accesible, y repito, tal vez con las mejores intenciones. Pero el no cuestionar, el tomar como medio de formación a podcasts o perfiles personales de Instagram que hablan desde su punto de vista, nos puede confundir y enredar lo que creemos, o lo que creemos creer.
Está el asunto de sacerdotes, consagrados en general, laicos o incluso grupos que se toman muy en serio su fe, y verás que en muchos de esos casos, siempre se citará a la Sagrada Escritura, al Catecismo o a alguna autoridad eclesial, pero nunca impondrán su opinión como verdad. Al final tampoco se trata de culpar y juzgar a quien opina, si no de tener criterio en lo que decidimos creer.
Y el tercer punto: respetar el proceso de los demás. A veces, cuando se observa que una persona que comparte su testimonio públicamente, no habla de ciertos aspectos de fe, se le cuestiona y juzga por ello. Se les pide que sean ejemplos totales y casi catecismos vivientes. Y sí, sí estamos a ser llamados a ser como Jesús en su totalidad, pero la cuestión aquí es que no somos Jesús, y nunca podremos serlo. Somos limitados e imperfectos. Y por eso tomar como base algo que es limitado, pues obviamente puede limitar nuestra relación con Dios.
Sin embargo, no soy del team de lapidar a los que se equivocan en público (específicamente vía Twitter). Todos tienen un proceso personal y único, y hay que respetarlo y admirar la valentía de quien habla sin (incluso con) temor a ser juzgado. Como dice el evangelio de San Lucas 6,42:
«¿Cómo puedes decir a tu hermano: ''Hermano, deja que te saque la pelusa que tienes en el ojo'', si tú no ves la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu propio ojo para que veas con claridad, y entonces sacarás la pelusa del ojo de tu hermano».
El que no estemos de acuerdo con alguien sobre su manera de hablar de Dios no quiere decir que debamos juzgarlo sin observar nuestra propia "viga".
Otra de las cosas importantes al hablar de Dios es que pensamos que ya lo conocemos de todo a todo, y que hablamos de alguien que ya murió. Y bueno, es una verdad a medias; Jesús sí que murió pero venció a la muerte, y está más vivo que nunca. Por lo que no podemos dar por sentado que ya lo sabemos todo de Él: Para hablar de Jesús, principalmente hay que hablar con Jesús, conocerle y reconocerle constantemente. Sólo Dios mismo en la persona del Espíritu Santo puede hablar con total fidelidad de sí, puede mostrarnos otra cara de Él que no conocemos.
Volviendo al inicio, ¿por qué no quisiera ganar la carrera? Porque la verdadera competencia no son otros evangelizadores, la verdadera competencia es el pecado y la oscuridad, la falta de amor a Dios. Y eso sólo se vence de Su lado.
Estimada Jessica, muy interesante lo que expresas.
Y tienes toda la razón en los puntos que mencionas.
Gracias por compartirnos tu reflexión.