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Ser un testigo abierto para los demás



"No hay santo sin pasado, no hay pecador sin futuro" (San Agustín de Hipona).

¡Qué frase tan poderosa!


Lo cierto es que estaba luchando por encontrar las palabras correctas que transmitieran la idea de que, a pesar de las heridas del pecado provocadas por nuestra naturaleza humana quebrantada, Cristo todavía nos llama cada día a luchar por el más alto grado de santidad en esta tierra.


S A N T I D A D


Sin palabras, el Espíritu Santo dejó caer esta profunda cita de san Agustín en mis redes sociales un 28 de agosto, la fecha de su memorial en la Iglesia. Me llamó la atención de inmediato, hasta el punto de sacudir la cabeza ante la ingeniosidad de Dios al responder directa e indirectamente a mis oraciones, y desde allí supe que este artículo sobre la vulnerabilidad tenía que estar arraigado en las sabias palabras de este santo. Lo que les compartiré a continuación busca servir como un vistazo aparte de mi testimonio personal, y enfatizar la vitalidad de la vulnerabilidad a lo largo de todo.


Debido a un pasado lleno de amor distorsionado y amistades tóxicas, mi capacidad de ser vulnerable conmigo misma, con los demás y, lo más importante, con Cristo, fue temporalmente "destruida". Asumí el papel de una chica "súper tranquila", que en realidad era un papel de complacencia rebosante de disonancia cognitiva extrema. Perdí el coraje de expresar las creencias de mi fe, mis verdaderos sentimientos, mis desacuerdos... Sentimiento tras sentimiento fue arrojado al "recipiente embotellado" que se llenaba rápidamente, que era mi cabeza.


Cuando simplemente no había más espacio para ocultar mis sentimientos reprimidos, la oración diaria que salía directamente de mi mente y corazón era: "Señor, tiene que haber más que esto".


Alrededor de la época en que la oración comenzó a surgir fue cuando le di al Señor mi primer “sí” de todo corazón en mucho tiempo. Lo siguiente que sé es que estoy sentada, frente a un sacerdote, en confesión, hasta que surgió un pregunta difícil pero simple: "Entonces, hija, ¿qué crees que el Señor desea que recibas de esta conversación?" Al instante, entré en pánico internamente.

Sentí como si Dios estuviera Bombardeando mi cerebro con un millón de sugerencias para hablar sobre las luchas que había estado reprimiendo durante meses y seguirlo por completo, pero me lo seguía guardando. Si mal no recuerdo, me quedé en silencio durante un par de minutos y di una especie de respuesta vaga que cubrió las impresiones que Dios puso en mi cabeza.


Todavía no estaba lista para ser vulnerable.


Hace dos años, sin embargo, redescubrí lo más hermoso del amor de Cristo por nosotros: Él conoce muy bien nuestros corazones y siempre es amable con ellos. Desde que comencé mi proceso de conversión hace cuatro años (apróximadamente), Cristo me dio gente para encontrarme donde estaba espiritualmente y caminar conmigo en la jornada de entregarle mi vida plenamente a Él.


Los amigos que he encontrado, son verdaderamente auténticos y virtuosos. Esas amistades me han enseñado muchas lecciones hermosas a lo largo del camino hasta ahora, y me han mostrado el valor de ser vulnerable con nosotros mismos, con los demás y con el Señor sobre todo. Cristo nos llama a buscar una relación íntima con Él, y para ello debemos ser vulnerables.


El Diablo tratará de hacernos sentir como si tuviéramos que esconder nuestros pensamientos, sentimientos y pecados, pero Cristo nos llama a sacarlos todos a la luz, esperando que lo recibamos con los brazos abiertos para que derrame su ilimitado amor e infinita misericordia.


Cuando le damos al Señor todo lo que somos, incluidos los pecados, los fracasos y las imperfecciones, se abre la puerta para permitirle sanar todo el dolor y las heridas que se han creado dentro de nosotros. No estamos destinados a enfrentar este mundo solos, reprimiendo nuestras luchas, pecados, heridas y vergüenza, sino a invitar a Cristo a entrar y caminar con nosotros a través de todo. Trabajar en nuestra capacidad de ser vulnerables con el Señor nos permite acceder a una especie de sanación y paz que solo es posible alcanzar a través de una relación estrecha con Él.


Una vez que hemos sido vulnerables con el Señor y no somos gobernados por nuestros pecados y heridas, tenemos la fuerza para ser más vulnerables con los demás, especialmente en nuestro testimonio como católicos.


El testimonio personal tiene un papel indispensable en la evangelización


El testimonio tiene un poder único para tocar los corazones, ya que es casi imposible ignorar la vida de alguien que se ha encontrado con Jesús personalmente y cuyas acciones y palabras han sido transformadas por Él.


A través de amistades virtuosas que me desafían a crecer en vulnerabilidad con el Señor, ahora tengo la gracia y la paz para ser vulnerable al compartir mi testimonio con los demás. Al hacerlo, oro para poder ser un reflejo del producto de la misericordia y el amor de Dios por los demás, inspirándolos a buscar una amistad auténtica, recibir el amor y la misericordia del Señor a través de una estrecha relación, y ser vulnerables con Cristo y los demás en su vida diaria.


Te invito a hacer la siguiente oración para pedirle al Señor el valor para ser auténticos testigos apasionados:


Señor, ayúdanos a correr hacia Ti con los brazos abiertos, y a estar dispuestos a recibir tu abundante amor y misericordia. Danos el valor para luchar por la santidad y ser un testigo abierto y vulnerable para los demás. San Agustín, ruega por nosotros. Santa María Magdalena, ruega por nosotros. Amén.


Recuerda que, ser vulnerable es ser un testigo abierto para los demás.


Desde mi corazón al tuyo,

Angie M.


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