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Todavía no son santos...

“Sed santos como vuestro Padre Celestial es Santo” (San Mateo 5, 48).


El mes de noviembre empezó con una fiesta de precepto, es una de las que todo católico debería esperar, y tener un deseo inmensurable en su corazón de participar en la sagrada Misa de ese día; sí, hablo de la Fiesta de Todos los Santos (1° de noviembre). Este día la Iglesia celebra a todos aquellos que cuentan con el privilegio de tener la visión beatifica de Dios, allá en el cielo, en la casa del Padre, aún sin ser santos reconocidos por la Iglesia, por lo que podríamos decir que es también el día de los santos anónimos.

Se nos llama la Iglesia peregrinante, porque vamos camino al cielo, pero más que eso, estamos haciendo camino al cielo, y ese se construye aquí, en esta vida terrena y temporal, en este valle lleno de lágrimas; pero, hay un peligro, un peligro grande, ya nos lo dijo Jesús, "¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran"(San Mateo 7, 14); ¿estás en el camino correcto? ¿vas por el camino estrecho que lleva a la salvación, o por el angosto que lleva a la perdición?

Toda esta introducción, y aprovechando que, al siguiente día, el 2 de noviembre, es el día de los Fieles Difuntos, quiero tocar un tema bastante preocupante y un error muy común, el cual es la actitud hacia la muerte y lo que sucede inmediatamente después de la muerte. Demasiados están convencidos de que sus seres queridos, después de morir, ya están en el cielo, aunque esos seres queridos no vivieron una vida ejemplar y santa. Este pensamiento trae consigo una serie de problemas anti doctrinales de por medio, y en especial, se nos olvidan los novísimos o postrimerías (etapa de las cuatro últimas por las que ha de pasar el ser humano: muerte, juicio, infierno o gloria).


Con qué frecuencia escuchamos en los funerales, refiriéndose al difunto, estas palabras: “¡Bueno, ahora está en un lugar mejor!”, “ahora ya no está sufriendo” o “ya es un angelito más en el cielo”, en pocas palabras, los canonizamos indirectamente y evidentemente, quienes pronuncian estas declaraciones hacia el difunto no tienen mala voluntad en lo más mínimo. No obstante, estas declaraciones pueden causar un gran daño y la razón es muy clara: Si esta persona que ha pasado a la eternidad se encuentra en un lugar mejor, lo que, por supuesto se refiere al cielo, y si ya no sufre porque disfruta de la eterna bienaventuranza del cielo, entonces no es necesario ofrecer oraciones o sacrificios por la purificación de su alma. En otras palabras, ¿por qué desperdiciar oraciones y sacrificios en orar por un alma que ya está en el cielo?


Nuestra esperanza cristiana es el cielo, y como mínimo deberíamos esperar que nuestros seres queridos estén en el purgatorio. Por lo tanto, no importa quién es y quién fue la persona, después de haber pasado de esta vida a la siguiente, es una práctica saludable y muy agradable a Dios rezar, ofrecer sacrificios, ofrecer misas y ofrecer limosna por los difuntos, que Dios les perdone sus pecados y tengan la dicha eterna de ver a Dios cara a cara en el cielo. No debemos canonizarlos antes de tiempo. Cuando digo canonizar, me refiero a declarar que ya están en el cielo.


Esta es mi invitación querido hermano lector:

Hagamos todo lo posible en nuestra vida para ayudar a las almas del Purgatorio a alcanzar el perdón total de sus pecados, la purificación de sus faltas pasadas, para alcanzar la gloria del cielo, y cuando muera el familiar de algún conocido, invítalo a que ofrezca misas por su alma, que rece el Rosario, que haga novenas, etc., además, cuando muera algún familiar tuyo, podrías considerar dar tu reflexión a todos los presentes, diciéndoles que, si en verdad lo apreciaban, recen por su alma.


Qué hermoso cuando lleguemos al cielo y los primeros en recibirnos sean todas esas almas gozosas a las que ayudamos con nuestros rezos a ser liberados del Purgatorio.


Ese es mi mayor miedo, que yo muera y nadie rece por mí, creyendo que ya estoy en el cielo; todo lo contrario, lo primero que pido a Dios es que no muera sin el auxilio de la Iglesia y que no falten los rezos, misas, rosarios, por el descanso eterno de mi alma.

Dales Señor el descaso eterno… qué brillen para ellas la luz perpetua.

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