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Ángel de la Guarda, ¡dulce compañía!

  • Foto del escritor: Oscar
    Oscar
  • 23 sept
  • 7 Min. de lectura

Hablemos del amigo invisible que sí existe.


¿Quién de los adultos que nos leen no recuerda con ternura esta piadosa oración con la que terminábamos el día antes de ir a dormir?

“Angelito de mi guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, porque si tú me dejas solo, yo me perdería…”

La nostalgia se mezcla con gratitud al recordar aquellos años en que no teníamos que pensar tanto, sino simplemente soñar y confiar.


El ángel custodio: ¿realidad o mito?


Aunque solemos aprender sobre nuestro ángel custodio desde la infancia —y muchas veces se nos presenta de forma sencilla o casi mágica—, eso no significa que su existencia sea un mito.


El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña claramente:

«Desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida» (CIC 336, citando a San Basilio Magno).

Nuestra fe se apoya en dos grandes pilares: la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia, que a su vez se fundamenta en la tradición viva de los santos y Padres de la Iglesia. En Mateo 18,10, el mismo Jesús da testimonio de los ángeles al referirse a los niños:

«Sus ángeles en los cielos ven continuamente el rostro de mi Padre».

Al ser seres espirituales, sin cuerpo, es de comprenderse que la forma como tratamos de imaginarlos da pie a figuras como la incorporación de alas, sus rostros tiernos, su figura a veces escultural y fornida, su temple juvenil y con una actitud vigilante.


Sea cual sea su representación, lo relevante es que su existencia es verdad revelada, y ha sido confirmada por la enseñanza constante de la Iglesia.


Ángel de la guarda, Bartolomeo Cavarozzi. Óleo sobre tela, circa 1610. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina.
Ángel de la guarda, Bartolomeo Cavarozzi. Óleo sobre tela, circa 1610. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina.

Quien tiene un amigo, tiene un tesoro… y más aún si ese amigo es un ángel


La experiencia de una amistad verdadera nos deja claro cuánto valor encierra: cercanía, afecto, confianza, consuelo… todas esas pequeñas grandes cosas que hacen que el alma respire y se sienta acompañada.


Ahora, pensemos en esos amigos que, además de querernos, tienen cualidades especiales o conexiones importantes. ¿Quién no ha visto resuelto un problema o necesidad gracias a aquel amigo que conocía a la persona indicada, que supo mover hilos o abrir una puerta justo a tiempo?


Imagina entonces que tienes un amigo que, además de amarte profundamente, “ve continuamente el rostro del Padre”. ¿Te das cuenta del tesoro que eso significa?


Y aun así, ¿cuántas veces hemos olvidado pedirle su ayuda? Aunque, en cierto modo, también es cierto —porque muchos podemos así testimoniarlo— que en incontables ocasiones hemos sido librados, sin saberlo en ese momento, de penurias y peligros, que hasta después caemos en la cuenta de que "alguien" hizo lo necesario para evitarnos ser dañados (moral, espiritual o físicamente). Ese “alguien” es nuestro ángel de la guarda..


Él muchas veces se adelanta, prevé el peligro y dispone las cosas para que salgamos bien librados, aunque no lo notemos.


Por eso, ahora que somos más conscientes, hagamos el propósito a partir de ahora de agradecerle por todo lo que ya ha hecho en nuestra vida. Y empecemos a tener la piadosa costumbre de hablar con él cada mañana, encomendarnos a su cuidado en ese día, y al terminar la jornada, disponernos a descansar haciendo un acto de gratitud e invocando su ayuda para el siguiente día.


Algunas verdades entrañables sobre tu ángel custodio


Tu ángel te acompaña desde el primer instante de tu existencia.


Increíble pero cierto... por un deseo de infinito amor, Dios que es el Amor, nos infunde la vida —teniendo como instrumentos de ello a nuestros padres—, y no importando bajo qué circunstancias hayamos sido procreados, el amor del Padre —que es infinitamente superior a las circunstancias—, por un designio de Su misericordia, nos ha engendrado para esta vida terrenal, la cual no estará ajena a penurias, peligros, necesidades y apremios. Luego, como una extensión de esa maravillosa misericordia divina, te asignó un ángel único y personal, solo para ti.


Él está contigo en cada momento. Te consuela en el dolor, te cuida del mal, y te guía cuando no sabes por dónde caminar. Es un regalo que nos da Dios para ayudarnos a atravesar esta vida con más esperanza y dirección.


¿Cómo tratar mejor a tu ángel de la guarda?


Ahora que conocemos mejor su presencia, aquí van algunos consejos para fortalecer esa relación con él:


  1. Háblale con respeto y confianza. La Biblia solo menciona los nombres de tres arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael. No conocemos el nombre de nuestro ángel custodio, y no es necesario saberlo. Lo esencial es saber que Dios nos lo confió y que está con nosotros por amor. Trátalo como a tu mejor amigo: con cariño, pero sin perder de vista su dignidad como ser celestial.


    Y no está de más acusar que precisamente una distorsión de la recta devoción hacia los ángeles custodios es la que promueve el "new age" al pretender "mitificarlos", equiparándolos como a seres de mitología, cuasi amuletos vivientes, o percibidos más como seres mágicos y con poderes un tanto excéntricos, quienes parecieran obedecer más a rituales supersticiosos. Esa visión distorsiona su verdadera misión y puede confundirnos. Los ángeles son reales, pero no son mascotas celestiales ni seres mágicos que obedecen rituales extraños. Son mensajeros de Dios.


  2. Invócalo en los pequeños y grandes momentos: No solo en emergencias. También puedes pedirle que te conduzca de manera segura por una avenida congestionada y poder llegar a tiempo a esa cita. Platícale de ese dilema que te revolotea en la cabeza y no logras cuadrar. Encomiéndate a él para esa charla que vas a tener y de la que puede depender quizá algo transcendental en tu vida... y, ¿por qué no?, pedirle su auxilio en ese examen que vas a presentar —para el cual asumo que hiciste lo humanamente necesario para prepararlo—, o incluso para que hable con el ángel custodio de esa persona con la que tienes diferencias.


    Si eres papá o mamá, qué te puedo decir de la angustia de saber que tus hijos están en edad y lugares donde no puedes tú estarles vigilando y para lo cual es reconfortante (y útil) pedir a tu ángel custodio que lleve tu mensaje de ayuda a los ángeles custodios de tus hijos para que regresen sanos y salvos (de cuerpo y alma) a casa.


    Cuentan que el Padre Pío tenía una relación muy cercana con su ángel desde niño. De hecho, creció creyendo que todos podían ver y hablar con su ángel como él lo hacía. Ya de adulto, su ángel de la guarda era su aliado inseparable: lo ayudaba a procesar su correspondencia, traducía cartas en idiomas que él no hablaba, e incluso lo consolaba en sus noches de sufrimiento. Por eso el Padre Pío solía decir con total naturalidad: “Mándamela con tu ángel de la guarda” cuando alguien le preguntaba cómo hacerle llegar una intención o petición urgente.


  3. Tu ángel también te necesita. La misión de tu ángel es clara: llevarte al cielo. Esa es su meta. Pero no lo hará sin tu cooperación. Necesita de tu docilidad, tu voluntad y tu disposición para seguir su guía. Y no se apartará de ti, ni siquiera si un día caes. Al contrario: en esos momentos, con tristeza pero con fidelidad, estará más cerca que nunca, esperando tenderte la mano para ayudarte a volver al camino.


    Un padre, con picardía y algo de astucia, solía decir a sus hijos cuando salían de fiesta: “Puedes hacer lo que quieras… siempre y cuando lo hagas en un lugar donde tu ángel de la guarda no te esté viendo”.


    Reconoce tus errores y pídele su ayuda al hacer tu examen de conciencia, incluso al preparar tu confesión sacramental. Él, que ve continuamente el rostro de Dios, es un experto que —si se lo permites— te enseñará a vivir con mayor profundidad tu adoración eucarística y a recibir tus comuniones, sacramentales o espirituales, con un amor más perfecto. Cuando tropieces, extiende tu mano para que te ayude a levantarte y seguir tu camino hacia el Cielo. Cuando te ofendan, deja que te enseñe a perdonar. Cuando veas a otros caer, no los juzgues: encomiéndalos con confianza a sus propios ángeles custodios.


Ángel pisoteando a un espíritu maligno en la lucha por el alma, Alexey Tyranov. Óleo sobre lienzo, 1850. Galería de Arte Regional de Tver, Rusia.
Ángel pisoteando a un espíritu maligno en la lucha por el alma, Alexey Tyranov. Óleo sobre lienzo, 1850. Galería de Arte Regional de Tver, Rusia.

Testimonio: cuando el ángel se hizo presente


En los momentos de peligro, muchos han experimentado la intervención clara —y a veces milagrosa— de su ángel custodio.


Conozco el caso de un hombre que, al salvar a otra persona que se estaba ahogando en el mar, comenzó él mismo a hundirse. Cuando ya estaba perdiendo la conciencia, sintió que tres personas lo sostenían: dos lo cargaban de los brazos y una más le sostenía la cabeza fuera del agua. Al despertar en el hospital, insistía en agradecer a quienes lo habían rescatado. Pero todos los testigos dijeron haber visto solo a dos rescatistas. Solo él sintió al tercero. Con certeza, dijo: “Ese fue mi ángel de la guarda”.


Lo sé porque ese hombre era mi padre.


Dulce compañía hasta el cielo


Concluyamos con la alegría de sabernos amados por un Dios que nos creó y nos dio la vida sembrada con una semilla de eternidad; una eternidad que debemos conquistar en la Tierra para poder vivirla en su presencia en el Cielo.


Para ello, Dios nos ha dado los medios: inteligencia y voluntad, capacidad de amar y de amarle, conciencia del bien y del mal, sed de eternidad, el poder intercesor de todos los santos y, de manera primordial, el auxilio protector de la Madre de Dios y Madre nuestra, la Virgen María, y de su Santísimo Esposo, San José.


Y como muestra de que no estamos solos en ningún momento de la batalla, nos ha dotado a cada uno de nosotros con el mejor aliado que pudo habernos dado para librarnos del mal y conducirnos al bien:


nuestro querido Ángel de la Guarda, ¡dulce compañía!


Recreación de la pintura al óleo. El ángel guardián protegiendo a un niño del imperio del demonio, Domenico Fetti.
Recreación de la pintura al óleo. El ángel guardián protegiendo a un niño del imperio del demonio, Domenico Fetti.

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