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De lo real a lo Santo: la vida sin comodidades de María

En la Iglesia católica reconocemos a la Santísima Virgen María como esa figura que está por debajo de Dios, pero por encima del resto de los hombres. Y cómo no, si fue la elegida para llevar a cabo la misión más retadora que un ser humano haya tenido hasta la fecha: ser la madre de Dios.


La Virgen María contempla en silencio el resplandor de la presencia divina, en una escena de la Anunciación sin la figura visible del ángel Gabriel.
La Virgen María contempla en silencio el resplandor de la presencia divina, en una escena de la Anunciación sin la figura visible del ángel Gabriel.

Uno pensaría que ante tal misión, y con esa intimidad con la que se relacionaba con Dios, sería una misión fácil, llena de comodidades y sin percances. Spoiler —no tan spoiler—: no fue así. Desde el anuncio hasta el nacimiento de Jesús —y aún en sus primeros años de vida— todo fue menos que cómodo: la espera de un bebé sin haber cumplido con el tradicional matrimonio, el nacimiento en condiciones humildes, la huida a Egipto debido al mandato de Herodes de eliminar a los varones menores de dos años… demasiado caos para tratarse de un Dios de orden, ¿no?


Podría pensarse así. Podría parecer que Dios no tuvo ninguna consideración con María ni con José, quien la acompañaba y también formaba parte de esta misión. Y es que, si lo vemos con los ojos de la actualidad y bajo los parámetros con los que se nos dice que debemos vivir nuestras etapas, es fácil llegar a esa conclusión.


Pero es precisamente en esas condiciones donde se manifiesta Dios y nos recuerda que Su lógica no siempre coincide con nuestros parámetros de éxito o comodidad.


En la actualidad se nos plantea que cada situación tiene una condición ideal para vivirse de la mejor manera: que si estoy por iniciar las clases, debo tener el mejor material escolar; que si tengo un noviazgo, no deben faltar las flores cada mes; que si organizo una boda, debe ser el espectáculo del siglo; que si estoy esperando un bebé, debo tener todos los artefactos habidos y por haber; que si empiezo un nuevo trabajo, el outfit debe impresionar; que si subo una historia a redes, debe tener el mejor diseño… y así, la lista podría continuar indefinidamente.


No puedo afirmar que por primera vez vivimos en un tiempo que busca vivir en base a los ideales, porque cada época ha tenido los suyos, pero sí creo que vivimos en una era con más avances que nunca, más libertad de expresión que nunca... y más presión por impresionar a los demás que nunca. Cuando vivimos para los demás —o según lo que los demás dicen—, la forma de prepararnos para lo importante se basa en lograr un ideal.  Y lo peor de todo es que, si no lo logramos, podemos sentirnos poco preparados y hasta insuficientes.


¿Vivía María una situación ideal? Era muy joven, no contaba con las mayores riquezas, estaba encinta fuera del matrimonio... ¿Eso hizo que su misión fuera menos valiosa? Para nada. A pesar de su condición fue bendita entre todas las mujeres.


Dios no nos ofrece una vida sin dificultades por caminar de Su lado. Nos ofrece una vida de transformación. Nos ofrece tomar algo real y convertirlo en algo santo. Si lo material está presente o no, es otra historia.


No nos pide prepararnos con los artefactos más avanzados, más costosos o de moda.


Nos pide disposición de corazón para permitirnos ser transformados por Su presencia.


¿Quiere decir esto que prepararse de forma material es innecesario? Por supuesto que no. Dios no condena la realidad material —fue Él quien creó todo lo que vemos—, sin embargo, es verdad que lo material es un medio, un auxilio para alcanzar lo esencial:


Aprender todo lo posible en la escuela.

Vivir un noviazgo de amor y conocimiento mutuo.

Celebrar con alegría la unión en santo matrimonio.

Recibir y dar dignidad a un nuevo hijo de Dios.

Dar lo mejor de sí en ese nuevo trabajo.

Comunicar un mensaje de valor en las redes sociales…


María, al ser llamada a una misión tan grande, no se preparó con lujos, sino con fe. Se preparó con amor. Corrió a servir a su prima, se entregó con generosidad en cada oportunidad. Y precisamente esa sencillez y entrega volvieron de su labor algo sagrado.


La Virgen María sirve con ternura a su prima Isabel en una escena de la Visitación.
La Virgen María sirve con ternura a su prima Isabel en una escena de la Visitación.

En esa etapa que estás viviendo o estás a punto de vivir... ¿Qué necesita ser transformado por Dios? ¿Qué puede pasar de algo real a algo santo?


Pidamos pues, la guía de nuestra Madre Santísima para permitirnos ser tocados por el Espíritu Santo y ser renovados en Su amor.

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