¡Jesús, yo confío en ti!

Aparte del Buen Libro — la Biblia — el Catecismo de la Iglesia Católica es una guía útil para todo lo católico y para todo católico.

En el numeral 1324 dice: «La Eucaristía es la fuente y culmen de toda la vida cristiana».

Recordemos el capítulo 16 del Éxodo, donde se narra la historia de aquellos israelitas impacientes que, a pesar de haber sido liberados, se olvidaron muy pronto del Dios que los salvó.

Es el mismo Dios quien no nos da siempre lo que queremos, sino lo que sabe que necesitamos. El Padre amoroso provee para sus hijos.

¿No damos también nosotros por sentado Su generosidad y Su providencia?

Yo sí que lo he hecho. Y, cuando miro hacia atrás, solo puedo reconocer que Dios tiene un buen historial conmigo.

A veces creo que me ha fallado, pero siempre son esos momentos en los que intento hacerlo todo por mi cuenta.

A lo largo de la historia de la salvación, Dios ha mostrado cuán asombroso, profundo y fiel es Su amor:

Él envió profetas.

Él envió jueces.

Él envió reyes.

Y finalmente, envió a Su Hijo Jesucristo, para mostrarnos hasta dónde llega Su amor.

«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo lo resucitaré el último día» (Jn 6, 44).

El camino al Padre es a través del Hijo. Si observo la historia de la salvación — y mi propia vida — todo es clarísimo: Dios quiere que estemos con Él. Nos ha hablado de mil maneras, y cuando no escuchábamos, envió a Su Hijo unigénito… por ti y por mí.

«Yo soy el Pan vivo… el que coma este pan vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» (Jn 6, 51).

Jesús dijo lo que quiso decir.

La Eucaristía no es un símbolo de Jesucristo; es Jesucristo.

Y todo lo que sé es esto: Dios Padre te ama y te está llamando a una relación más profunda con Él.

¿Cómo vas a responder a esa invitación?

Quizá el primer paso sea ir a la Eucaristía, sentarte a los pies del Hijo… y confiarle todo lo que eres y todo lo que tienes.

Desde mi corazón al tuyo,

Angie M.