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¿Qué es la Cuaresma?

La Cuaresma es uno de los tiempos que comprenden el calendario litúrgico, es el período de preparación para la Pascua de Resurrección. Aunque si nos ponemos a desmenuzar todo lo que la Cuaresma significa para un cristiano podríamos “sacarle jugo” verdaderamente a este tiempo.


Es un período en el cual debemos preparar nuestro corazón para que Jesús pueda resucitar en él de buena manera, también para poder acompañar a María en este tiempo en el cual (como cualquier madre terrena) está muy preocupada por la situación que atraviesa su Hijo, el Hijo de Dios. El nombre de Cuaresma, hace referencia a los cuarenta días que Jesús estuvo en el desierto ayunando y orando, los cuales precedieron a la entrega de su Cuerpo en la Cruz para la redención de nuestros pecados, aunque también tuvo que lidiar con las diferentes y numerosas tentaciones que el diablo le fue presentando.


Durante estas semanas algo debemos hacer para poder vivirla, al menos, con una mayor profundidad cada año… Al recordar que queremos reflejarlo con nuestros actos (es decir, su actuar), podemos ver que Él ha ayunado en el desierto y nosotros también podríamos hacerlo (ya sea de carnes cada viernes, de alguna actividad de ocio, de enojos constantes, o de delegar las tareas caseras que no nos gustan para otra persona, entre tantas otras cosas), o también ver cómo el Señor ha logrado (con ayuda del Padre) sobrepasar las distintas tentaciones del demonio; podríamos intentar descubrir aquellas cosas que nos llaman o atraen y nos quitan la visión y desvían del centro de nuestra vida, y de esta manera poder día a día salir adelante de la mano de Dios.


Sabemos que al poder controlar nuestras acciones desordenadas (de cualquier tipo, como por ejemplo comer por gula o no trabajar por pereza), iremos forjando un alma con mayor capacidad de discernimiento y menor esclavitud ante cualquier vicio, lograr ser más libres como Jesús nos quiere; se nos hará más fácil decirle que no al demonio y de esta manera lograremos honrar a Dios mejor que nunca. Por ese motivo es adecuado ofrecer nuestras penitencias y sacrificios al Señor, no hacerlo sin un motivo en especial sino que hacerlo por Él y para Él.


Transitar en la arena del desierto lleva un poco más de trabajo que hacerlo sobre el césped recién cortado o una vereda nueva, por ello necesitamos alivianar las cargas de Jesús… Y, ¿de qué cargas estoy hablando? De nuestras faltas, de nuestros pecados; por ello la Iglesia nos invita en este tiempo especialmente, a acudir al sacramento de la reconciliación, con el fin de santificar poco a poco nuestra vida y así purificar nuestra relación con Dios.


Probablemente los discípulos en aquel tiempo debían estar nerviosos, con mucha incertidumbre de qué pasaría, buscando para donde salir… En cambio nosotros conocemos el “final de la película”, tenemos la certeza de que Dios resucitó, sabemos que este tiempo de preparación pasará y debemos estar listos para el Domingo de Pascua, día en que Cristo venció a la muerte. Depende, en cierta forma de nuestra disposición, la forma en la que Él nos encuentre ese día de Gloria.


Un poco antes de finalizar quiero compartirles esta canción, la cual con una letra sencilla pero profunda, intenta explicar lo que debe pasar en nuestros corazones en este tiempo… Estamos atravesando un tiempo en donde podemos sentir el amor que Cristo nos tiene, y es por ello que debemos cambiar nuestros malos hábitos: "convertirnos y creer en el Evangelio" (justamente).


Nuestro Padre Misericordioso siempre nos esperará con los brazos abiertos si vamos a su encuentro con el corazón predispuesto.

Pidamos inspiración a Dios, ya que Él es quien nos va a guiar adecuadamente en cualquier momento de nuestra vida.

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