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¡Todo es tan real!

  • Foto del escritor: Angie
    Angie
  • 10 sept 2019
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 30 oct

Textos bíblicos para profundizar este post:

  • San Marcos 3, 20-35.

  • Génesis 3, 9-15.

  • Salmo 130, 1-8.

  • 2 Corintios 4, 13.

  • 2 Corintios 5, 1.


Hoy en día hay tantas cosas en el mundo que no pueden ser ignoradas. Basta con mirar las noticias, revisar el feed de redes sociales o simplemente navegar por internet para notar lo caótico que se ha vuelto todo. En medio del torbellino de violencia, abuso e injusticia, es normal sentirse desesperado, perdido o confundido. Y entonces surge la gran pregunta:


¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Todavía hay esperanza? 


Cuando me siento abrumada, me gusta simplificar las cosas. Me detengo, respiro y trato de encontrar a Dios en medio del caos. En el Evangelio de San Marcos, Jesús es muy claro: Satanás es real. No es una figura simbólica ni un mito antiguo; el mal existe y actúa en el mundo. Pero —y esto es lo más importante— Dios también está actuando. “Si Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede mantenerse en pie” (Mc 3, 26). No tenemos que mirar muy lejos para ver cómo el mal se manifiesta: la división, el egoísmo, la violencia, la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. Sin embargo, el mal no tiene la última palabra.


Al final del Evangelio, Jesús no rechaza a su familia terrenal, sino que anuncia una nueva familia, una familia espiritual. Los lazos de esta nueva familia no se sostienen por la sangre humana, sino por Su Sangre derramada en la cruz. Los lazos de esta Iglesia nacen en el Bautismo, se fortalecen en la Eucaristía y se alimentan día a día con una relación real, viva y personal con Jesucristo. “El que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3, 35). Pertenecer a esta familia es una decisión diaria: rechazar el mal, abrir el corazón al amor de Dios y abrazar la realidad espiritual del Reino que ya comenzó entre nosotros.


Quizás no podamos cambiar el mundo entero, pero sí podemos cambiar nuestro entorno con un “sí” sincero a la voluntad de Dios. Un corazón que ora, confía y actúa desde el amor ya está transformando el mundo. Jesucristo nos invita a renovar nuestra relación con Él cada día, a pasar tiempo con Él, a orar de una manera más profunda y personal.


Te invito a hacer la prueba: busca una iglesia cercana, entra, y quédate quince o veinte minutos en silencio. Mira el Sagrario y pregúntale con el corazón abierto: “Señor, ¿qué me estás llamando a hacer?” En esa pregunta, comienza el cambio.



Desde mi corazón al tuyo,

Angie M.

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