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Nuestra Mamá de Guadalupe

Nuestra Señora de Guadalupe es una aparición tan fascinante de la Santísima Madre. En primer lugar, plantea un problema real a los no creyentes, ya que dejó una prueba innegable y científicamente examinada de un milagro. No hay una manera honesta de que existan ateos "Lo creeré cuando lo vea" (o protestantes que no creen en la importancia de María). Si no sabes de lo que estoy hablando, Google es tu amigo. Busca “evidencia científica de Nuestra Señora de Guadalupe” si tienes ganas de volar tu mente hoy.


Hay una hermosa realidad en ésta aparición que tiene que ver con lo que María le dijo a san Juan Diego. Ella le dijo que hiciera que el obispo local construyera una capilla. Juan sabía que no tendría mucha influencia con el obispo y, además, su historia sonaba loca. Después de que el obispo lo rechazó y exigió algún tipo de prueba, Juan tuvo el estrés adicional de un tío moribundo que estaba tratando de cuidar.


Juan trató de correr al lado de su tío en lugar de ir a ver al obispo nuevamente como María le pedía. En su camino, María lo alcanzó de nuevo. (¿Pensó que ella no lo sabría?) Juan explicó su situación, y las palabras de María a continuación proclaman la grandeza de nuestra fe, nuestro Dios y nuestra vocación.


“Escucha, ponlo en tu corazón, mi hijo más joven y querido, que lo que te molesta, lo que te aflige, no es nada. No dejes que tu rostro, tu corazón se turbe. No temas esta enfermedad de tu tío ni ninguna otra enfermedad, ni nada que sea punzante o hiriente. ¿No estoy yo aquí, yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y protección? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Necesitas algo más? Que nada más te preocupe, te moleste. No dejes que la enfermedad de tu tío te preocupe, porque ahora no morirá. Puedes estar seguro de que ya está bien".

Haz una pausa y piensa en esas hermosas palabras por un momento.


María es nuestra mamá. Eso no es sólo una idea espiritual, es una realidad. Ella es realmente nuestra mamá. Pero ya tenemos mamás, ¿no? ¿Tenemos dos mamás? ¿Qué significa que María es nuestra mamá? ¿Es eso justo cuando oramos? ¿Habías pensado en esto antes?


Jesús le dio a María al “discípulo amado” cuando estaba en la cruz, como su mamá. Entendemos que eso significa que nos la dio a todos. Ya tenemos a Jesús diciéndonos “he ahí a tu madre”, y aquí tenemos a María ratificándole esa verdad a Juan Diego 1500 años después.


La realidad más profunda aquí tiene que ver con nuestro bautismo. Somos bautizados en Jesucristo, es decir, entramos en unión con Él. Nuestra vida es un camino de profundización de esa unión, pero comienza en el momento en que nos bautizamos. Al estar unidos a Cristo, nos convertimos en “hijos e hijas adoptivos” de Dios. Entramos en una relación con la Trinidad al estar unidos al lugar que ocupa Cristo, "en Él, con Él y por Él". También estamos unidos a su humanidad, ya que la divinidad de Cristo y la humanidad no pueden separarse. No sólo entramos en la divinidad de Cristo a través de nuestro bautismo, entramos en su humanidad.


Jesús nació de una mujer. Esa mujer estaba casada, y Jesús tenía una mamá y un papá (también tenemos a José como padre por derecho al mismo bautismo). Estamos unidos a la vida humana de Jesús y por eso somos adoptados también en la Sagrada Familia. María es nuestra mamá. Esta es la verdadera realidad sacramental de nuestro bautismo.


Recuerda las palabras de san Juan Pablo II quien llamó a la familia la “escuela del amor”. Es la familia la que le enseña al niño sobre la identidad y el amor. Una familia cría a un niño para que sepa quién es y qué es el amor. La triste realidad es que ninguno de nosotros ha tenido educadores perfectos en esta escuela. Todos somos pecadores, y eso significa que todos aprendemos enseñanzas imperfectas en la escuela del amor (y los que tienen hijos, inevitablemente, también les enseñan cosas imperfectas).


Nuestros corazones se han formado por imperfección; en cierto modo, han sido mal educados. Ésta mala educación es una distorsión del plan de Dios y el deseo de la escuela del amor. Como con todo lo demás, la perfección de Cristo restaura nuestra humanidad a la perfección a través de nuestro bautismo. La forma en que nuestros padres nos educaron mal puede ser reeducada por la forma en que Jesús fue criado por sus padres perfectos. María es nuestra madre y es una madre perfecta.


Saber que somos hijos de Dios es uno de los aspectos más importantes de nuestra identidad que debemos aprender. Somos creados por Dios, por amor, y su amor nos sostiene en el ser. Por lo tanto, NO TENEMOS NADA QUE TEMER. Nuestra primera experiencia de vivir sin miedo debería ser de niños, cuando sabemos que nuestros padres se encargan de todo y tienen nuestra seguridad en sus manos. En cualquier medida que falte ésta lección, ya sea física, emocional o espiritualmente, María y José la cumplen. Ésta no es sólo una realidad espiritual, es humana. También es eterna.


Otra forma de verlo es así: nuestros padres biológicos tienen ese título por un corto tiempo. En última instancia, todo hombre y mujer es un hermano y una hermana en Cristo. Nuestros padres, abuelos y bisabuelos serán todos nuestros hermanos y hermanas por la eternidad (con cuerpos jóvenes, sanos y perfectamente resucitados). Todos seremos hermanos y hermanas a través de nuestro bautismo, que es nuestra adopción en la familia de Cristo. Por lo tanto, es más correcto llamar a María nuestra mamá que nuestras mamás biológicas. Nuestras mamás y papás biológicos tienen la vocación de enseñarnos una realidad sobre Dios y sobre nosotros mismos, pero su papel en esa capacidad es temporal. María es nuestra mamá para siempre.


No sólo eso, ella es la mamá de Dios. No tenemos nada de qué preocuparnos.

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